Capplannetta a un metro de ti

Interestelar

Hoy, otra vez, ha venido mi padre a traerme víveres y tabaco. Cerraba sus brazos como queriéndome dar un abrazo desde la distancia. Me ha traído hasta alcohol desinfectante. Mi padre es un valiente con setenta y dos años que tiene. Como los quiero, y más en estos tiempos en que nos tenemos que dar abrazos desde la lejanía, besos al aire, conversaciones por videoconferencia. Las tecnologías son muy útiles, pero no bastan para tener una vida con plenitud. Ninguna tecnología puede suplir el cariño humano, ese calor adosado a nosotros y que se da gratuito, sin hacernos preguntas del porqué lo entregamos, pero lo entregamos a manos llenas, y el que no lo haga irá como un motor en una cadena de montaje, de mano en mano hasta que ya sea sólo la parte de un aparato. Ignorando su procedencia, su destino, su función, y hasta su fecha de caducidad. Cuando llegue el día de su jubilación poco importará, ya que es un aparato, un artefacto sin alma. Yo, probablemente, tenga una vida parecida a la de estos motores. Aunque yo tengo alma. Un alma que conocen aquellos que me vieron en sus vidas y tal vez me recuerden con cariño, otros, quizá, me odien desde su resentimiento. Pero allí donde estéis pensad que estoy a un metro de vosotros, digo esto porque yo ya estoy cansado de buscar y buscar, de repetir mi canción, y quizá sea eso, que os escondéis o me huis a mi llegada y tal vez estéis hartos de mi repetida cantinela. Saludos desde el confinamiento, ahora estamos todos encerrados y pronto caerá la tinta sobre esta misiva creando lágrimas corridas que se pierden y quedan en el blanco/negro soporte un borrón que se derrama.

Deja un comentario