Aceptar tu soledad lleva implícito hablar contigo mismo, con esto que digo no me refiero a deshojar la margarita, me refiero a aceptar la soledad como algo a lo que no debemos renunciar, no es factible volcar esa carga contra los demás, nadie tiene porqué portear ese peso, debes aceptar la soledad dentro de todas sus posibilidades, que son muchas, además variadas, contemplarse a uno mismo de manera individual es enriquecedor a la vez que realista. Los animales llevan su soledad de manera instintiva y vital, les es necesariamente válida para sobrevivir, de esta misma manera debiera contemplarse para la mirada del hombre, solamente cuando se acepte como tal ésta podrá tener un tamiz de superioridad frente a las cosas superfluas y superficiales; cosas como la manera porque vienen encaminadas las consecuencias referentes a los miedos y a los lastres que nos amarran a la manada como confín necesario, aunque es todo lo contrario, debemos ser individuos, debemos andar nuestro destino lo más ligero posibles. La soledad es un grado de superioridad si ésta es aceptada como una extraordinaria virtud, mientras necesitamos de los venenos de la gente nuestro compromiso vital con nosotros mismos habrá fracasado, porque es evidente que nos habremos traicionado dependiendo así de la opinión y decisión de los demás, cosa primaria, ya que depender de lo que diga la manada nos esclaviza y nos crea dependencia. No pretendo redundar en lo básico, prefiero dejarlo ante la evidencia. Aunque no es casualidad que los leprosos, los apestados, los miserables, lo ínfimo de esta humanidad sea condenada al ostracismo, cosa que a muchos atormenta, pero es necesario admitir que los hombres de hoy emplean la soledad como el desprecio, o la desidia para los más débiles, al hombre con plenitud y fuerte poco importa.