Muchos justifican su obesidad por lo mucho que comen, otros por cierta vida sedentaria, yo cuando tenía veintiocho años empecé a echar tripita, ya que me fui de vacaciones un verano, primero a Benasque, allí junto a un río no te podías apenas lavar, después decidimos irnos a la costa, debido al frío que hacía en plenos Pirineos. Nos fuimos a un camping en un pueblito de Girona, en Tossa de Mar, y al llegar al camping yo me fui directo a la ducha, pero había un problema, no tenía calzado para las duchas del camping, cuando llegué a las duchas la que no estaba embozada estaba sucia, pero tantas ganas tenía de ducharme que me metí en una ducha con unos dedos de agua. Cuando llegué a Sabadell empezaron a salirme una especie de callos en la planta de los pies, pero los callos crecían y crecían y tuve que ir al podólogo, el podólogo me dio el diagnóstico: al parecer no eran callos, eran verrugas plantarias y eso era contagioso. O sea, que tenía que ir al podólogo cada miércoles a curarme las malditas verrugas, el podólogo se portó muy bien conmigo, no dejé de ir cada miércoles, me echaba unos líquidos abrasivos que me dejaban inmóvil toda la semana, al podólogo iba en coche, mi coche por aquél entonces. Al final el podólogo se sinceró conmigo: -Chaval, esto no se te quitará si no es con cirugía. Me tuve que gastar más dinero del que había gastado y quedarme quieto hasta que las heridas cicatrizaran, eso, y no dejar de ir a la consulta cada miércoles, parecía ser que todas se habían curado menos una que el podólogo denominó en tono gracioso “la africana”, también por lo que “tuvimos” que luchar para eliminarla, estaba llegando la navidad y el doctor me dijo que ya estaba curada, por fin, había pasado un año, ya no me tenía que echar esos líquidos abrasivos que quemaban y ya no tenía que vendarme los pies cada vez que me duchaba, ya estaba curado, aunque con la medicación psiquiátrica y mi tiempo de inmovilidad me hicieron engordar. Y aquí estoy ahora, con una enorme barriga, pero también, con un gran corazón. Ahora cada vez que me noto la molestia de un callo le temo por si volvemos otra vez a las andadas. En fin, ahora estoy gordito pero soy dichoso.