La palabra orgullo tiene varias connotaciones, tiene la buena, que es resultado de sentirse orgulloso de algo o alguien, y la mala, que es una mezcla entre aires de superioridad, prepotencia y soberbia. No estoy en contra de la buena, lo estoy contra la mala, porque esa gente que tiene un ego orgulloso se hace daño a sí misma, son gente que ni perdona ni olvida. El orgullo de estas personas suele traicionarles muchas veces, ya que ellos mismos se dan cuenta de que el orgullo en sí no sirve de nada y muchas veces se tienen que bajar del burro, dicho de una manera sencilla, se retractan o se quedan solos y ellos mismos se tienen que lamer las heridas, como perros abandonados. El orgullo de uno es doloroso para todos, pero también es doloroso el orgullo de muchos, sobre todo de las personas con cierta dosis de fanatismo, éstos son los peores, pueden hacer verdaderos estragos a todo aquel que no tiene las mismas ideas. Este fenómeno habitual en la sociedad española, es abundante en el fútbol y en la política. Tiene variedad de aspectos comunes, típicos de la gente infame y domesticada, normalmente son borregos todos a una, también es típico ese germen tóxico en el populacho, se pueden congregar una serie de gente con pocas luces y hacerte pasar por derroteros que mejor no nombrar aquí ahora.