Capplannetta y la mala sangre

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A veces tienes que aguantar según qué comentarios para no perjudicar a la gente que quieres y te importa bastante. Aguantar por ejemplo que te pisoteen la autoestima solamente porque esa persona es pareja de tu hermano o de tu hermana, incluso para salvar algo por lo que has luchado hasta la extenuación, o también por salvar la educación de la que has sido beneficiado gracias a buenas personas que no merecen un escarnio deliberado. Porque los impertinentes y los fanáticos de la última palabra son personas con mucha arrogancia y son propensos al escarnio si éstos se lo proponen. Yo he tenido muchas veces que callar para salvar según qué cosas importantes para los míos, pero a veces es una tortura que te auto impones porque haces mala sangre y eso no te lleva a nada bueno. Te tienes que tragar la bilis y eso envenena a cualquiera que tenga cierto amor propio, porque está claro que los impertinentes tienen el cerebro podrido y son inoportunos (o quizá deba decir que buscan zonas erógenas para hacer sus maldades y recurren a la mejor oportunidad) porque son naturalezas con tanta inquina y veneno que buscan el rastro de influjo donde habita la espina del dolor, y demuestran que poco les importan la persona con la que compartes parentesco o amistad en común. Existen personas que tratan de ridiculizar en el momento oportuno en el que hay más gente de testigo, y así, tan rastreramente tratan de quedar ellos como héroes de una causa que los envilece porque se deben de tener buenos modales y tener clase, y lo que realmente son es villanos de las apariencias, y proxenetas de la moral excluyente. Asco siento por estas personas, pero en fin, no haré más mala sangre porque envenena el espíritu y luego orinas laca. Y escuece.

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