Capplannetta y la mala sangre

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A veces tienes que aguantar según qué comentarios para no perjudicar a la gente que quieres y te importa bastante. Aguantar por ejemplo que te pisoteen la autoestima solamente porque esa persona es pareja de tu hermano o de tu hermana, incluso para salvar algo por lo que has luchado hasta la extenuación, o también por salvar la educación de la que has sido beneficiado gracias a buenas personas que no merecen un escarnio deliberado. Porque los impertinentes y los fanáticos de la última palabra son personas con mucha arrogancia y son propensos al escarnio si éstos se lo proponen. Yo he tenido muchas veces que callar para salvar según qué cosas importantes para los míos, pero a veces es una tortura que te auto impones porque haces mala sangre y eso no te lleva a nada bueno. Te tienes que tragar la bilis y eso envenena a cualquiera que tenga cierto amor propio, porque está claro que los impertinentes tienen el cerebro podrido y son inoportunos (o quizá deba decir que buscan zonas erógenas para hacer sus maldades y recurren a la mejor oportunidad) porque son naturalezas con tanta inquina y veneno que buscan el rastro de influjo donde habita la espina del dolor, y demuestran que poco les importan la persona con la que compartes parentesco o amistad en común. Existen personas que tratan de ridiculizar en el momento oportuno en el que hay más gente de testigo, y así, tan rastreramente tratan de quedar ellos como héroes de una causa que los envilece porque se deben de tener buenos modales y tener clase, y lo que realmente son es villanos de las apariencias, y proxenetas de la moral excluyente. Asco siento por estas personas, pero en fin, no haré más mala sangre porque envenena el espíritu y luego orinas laca. Y escuece.

Capplannetta y las amistades selectas

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Dice la Biblia que dijo Jesús a los apóstoles que la amistad era algo sagrado, ya que nada era más señal de amor a Dios que ofrecer la vida por un amigo. Yo, aunque muchas amistades me hayan decepcionado, no puedo nada más que arrimarme a ese canto a la esperanza. Yo siendo un adolescente quería tener muchos amigos, cuánto más amigos mejor, me decía. Pero la verdad se va dilucidando cuando de maduro comprendes el sentido de la vida y te vuelves más selectivo con respecto a la amistad, ídem en temas de amoríos, pero eso de la amistad es un tema peliagudo. Esos que dicen: los amigos están para las duras y para las maduras, no es cierto. Llega el momento en que te sientes como un juguete roto, usado y manoseado por todo el mundo, y después vas de cabeza al cubo de la basura. Es mejor tener pocos amigos, aunque éstos que sean verdaderos, si puede ser, no hay que ser demasiado exigente, porque al final por una razón u otra siempre acabarás solo. El destino del hombre es morir solo, todos somos unos pobres solitarios, pero algunos más que otros. Existe gente que presume de tener muchos amigos, de estar bien relacionado, o en otros casos, de tener muchos contactos, y eso debe ser porque no ha visto de cara según qué cosas. Ahora con las redes sociales parece que andamos repletos de amigos y yo creo que eso es un espejismo, un espejismo que alberga un oasis totalmente sospechoso. Ni tanto ni tan poco, con decir que aveces te falla incluso la familia yo creo que dejo la cuestión aclarada. En fin, ya es tarde para hacer conjeturas sobre amistades fracasadas, o en otros casos, árboles sin fruto que son como una cáscara vacía, yo comparo a los amigos como a los gusanos de seda, en principio son gusanos con cierto encanto, son como seres raros que gustan y te caen bien, en segundo lugar está la fase de capullos de seda, crisálidas que albergan algo que presientes incómodo pero curioso, es un misterio que tiene un proceso de cambio, después se convierten en grises mariposas, que son también como polillas enormes y horribles, bien, puede valer, pero la amistad es algo por lo que yo no volvería a dar un ápice de sentimiento ni esperanza alguna. Aunque debo dejar claro que no cierro la puerta a la amistad, todavía no he tirado la toalla.