Capplannetta y la muerte

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Nos da cierta grima pensar en ella pero, aunque sabemos que siempre está presente, es una etapa en la vida a la que nunca se está preparado y es inoportuna e imprevisible (malamente si no lo fuese) y es temible, también una incógnita, y ahora resulta que también contamina. Yo cuando muera no quiero que me incineren, ya que es altamente nocivo para el planeta, prefiero que hagan conmigo abono y planten un árbol hermoso y lo abonen con mis restos convertidos en abono. En Estados Unidos ya se lo están planteando. Y es que ser alimento de gusanos no gusta a nadie, y un esqueleto es poco estético. Basta con ver las pinturas negras de Goya para comprobar lo poco atractiva que es la decrepitud humana y la putrefacta miseria que nos acompaña en nuestro tránsito hacia la nada. Pues tampoco creo que el ser humano tenga conciencia del después, una vez muerto poco importa ya lo que se queda en este mundo enfermo. Yo cuando muera quiero prisa vegetal, la lentitud y la parsimonia con que la vegetación hace raíces y es parte de la naturaleza. A veces ves vídeos sobre fauna y microorganismos y todo parece tener más sentido que la vida que el ser humano ha hecho cotidiana y la ha transformado en una vorágine de maldad, injusticia y mucha mala baba. Nos pisamos los unos a los otros y no tenemos ni una pizca de conmiseración para con el prójimo, salvo cuando impera un interés alejado de cualquier atisbo de fraternidad y todo se desdeña llevándolo a un estado de intereses creados que afectan más en la indigestión que en la dicha de libertad, con la cuál muchos hemos soñado, quizá demasiado. Poco importa el mañana si planteamos ya un hoy podrido porque se nos murió el ayer.