Capplannetta erótico

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Me puse realmente excitado, cuando la vi con sus zapatos de tacón, ese traje ajustado que dejaba ver un sensual escote, sus hermosas tetas se movían como flanes, flanes de orgánica carne trémula. Cuando la vi bailar al son de la salsa, su trasero era una peligrosa curva en la que te podías precipitar hacia el abismo. Sus labios carnosos y sexys como rojizas mariposas, sus ojos grandes que insinuaban un blancor que me atraía, su nariz perfecta y pequeña, su cabello largo y recogido, bailaba, bailaba y bailaba, mientras yo padecía de una excitante travesía por la voluptuosa y espectacular danza, su vientre era una explanada de dos palmos temblorosa y morena, con su ombligo  como un péndulo en su lugar preciso; había que verla fumar, era pura poesía; había que verla reír, con esos dientes blancos como perlas puestas en su boca por un escultor; estaba muy buena, tanto que daba miedo, pero no un miedo de terrorífica nocturnidad obscura, era miedo a que te partiera el corazón yéndose entre el trasiego de gente con un chulazo de la mano, era miedo a no poseerla, a no hacerla tuya, sin lugar a dudas eso era el verdadero deseo. El deseo que te ahoga y te quema, te domina y te deja sin resuello.