Capplannetta se rebela

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Siempre he tenido como primera norma para esta web/blog no insultar gratuitamente y no repetirme. Esta vez creo que voy a romper con estas dos reglas que me auto impongo para soltar la mala sangre que he sufrido últimamente, aunque debo anticipar que nadie tiene la culpa de mis crisis existenciales. No sé si por maldición o por merodear en los excesos sufro de una culpa que más que culpa es una estancia para los restos de mi vida en eso que llaman subsuelo. Contar, tengo muchas cosas por contar, historias, anécdotas, vivencias que han hecho de mí una persona enferma pero eso no significa que me tenga que ir con cualquiera que salga a mi paso, soy selectivo pero tampoco voy de tiquismiquis, aclaro. Mi naturaleza me ha gastado una broma pesada, de la cual, mucha gente se ha divertido gratuitamente hasta que he visto los hilos del títere que manejaban a su antojo, casi todo el mundo ve en mí cierto acicate con el aliciente siempre presente de una culpa que no sé si tendré, aún todavía me considero un guijarro inútil y cansado frente a la cantidad de rocas de peso que creen ser superiores en los momentos que más les convienen. Para ciertas cosas son rocas pesadas, para otros momentos motas de polvo. No soy el último ni el primero, tampoco soy el único que lo piensa, aunque se calla la cuestión en sí, pero como vivir de las apariencias no me gusta, y el pudor literario creo que nos sirva para poco, ya que las historias deben tener un hueso duro, un fémur en el que enquistar una historia verdadera, y dejarse de ficciones, que para eso están los curas y los políticos, y esas son maneras de embelesar para los niños, para ver las cosas con la luz apagada y a la media luz de una bombilla pasando página por página, y con la seguridad plena que en ese instante nada malo puede sucederte, que estás seguro e hipnotizado leyendo una historia aterradora o con cierto misterio. Cuando me emborrachaba y bebía, y porqué no decirlo, me drogaba, solía estar perdiendo el norte en cada salida desde el portal de casa de mis padres debido al fracaso ocasional que no acabó con mi manera de pensar y de no digerir ni asimilar bien lo que me estaba sucediendo, y se convirtió en un agravante de locura e impotencia, ya que me metía en peleas, me subía a coches aparcados y saltaba encima abollándoles el techo, me daban palizas, cada día que salía era una pregunta que la mala andanza y la realidad desnuda hacían evidente y muchas veces contestada con la respuesta concluida cuando llegaba a casa: apaleado, sucio, con los efectos secundarios que deja tras de sí una borrachera, o sea, resacoso y dolorido. A veces tras venir de esas noches locas tenía que estar en casa dos o tres días hasta recuperarme. Luego estaban las secuelas que deja la memoria, y se sabe que goza de cierta agudeza, es muy hija de puta, siempre te acuerdas de quienes te sacudieron, y también de las locuras por las que pasaste, porque en éstas borracheras quien pierde la razón siempre es el borracho y el tabernero es un interesado que mientras estás bebiendo y gastándote el dinero está feliz contigo y te ríe todas las gracias, cuando empiezas a perder el control se convierte en tu enemigo, se olvida del dinero gastado y poco le importa sacudirte, incluso sacudirte con varios gallitos de pelea a la vez, son muy machotes, son unos hijos de puta, unos perros. Mientras estás convaleciente los cardenales, los arañazos, las costillas removidas, los labios en carne viva, los tirones del cabello, la ropa rota, lo voy a decir más claro: con la experiencia que tengo de la vida prefiero estar solo, ver vídeos en YouTube, oír música en Spotify, escribir, leer, redes sociales (de reojo), no creo en la humanidad, el mundo es un cúmulo de intereses y de traiciones donde los clásicos las relatan, aunque a veces puedan quedarse cortos, porque ser en parte o conservar esa especie de malditismo que conlleva mi naturaleza me ha insinuado muchas veces que yo he nacido para ser ermitaño, aunque conozco muy bien estar repleto de amistades y conozco lo que es vivir en camaradería, pero reniego de ésta, aunque por suerte o por desgracia, no soy el único que padece de decepciones, de soledades, hay toda una legión de gente que vive relegada al ostracismo, a la ley de los menos, Caínes en potencia que sienten la sombra del desprecio absoluto. Se permite el hambre, la miseria, las injusticias, ¿porqué no se iba a permitir que un charneguito sea apaleado por unos bárbaros idiotas? Aunque es mejor morir en la cama que morir de una paliza. Después quienes sufren son tus padres, tus hermanos van a la suya, los padres se cansan de tanto barullo sin sentido y te enemistas hasta con ellos, sufren y lamentan tus golpes curándolos con enfados que te crean una losa pesadísima. Yo me he formado mi propio universo particular, no necesito amigos, hermanos, a mis padres sí, mis padres son ángeles que Dios me puso en la vida. Tengo buenísimos padres, es normal que éstos estén cansados de tanta lucha. Pero desprecio a la humanidad restante. No quiero pensar en un futuro. Si esto me pasa a mí que he entregado mi corazón a no sé qué esperanza confiscada por la mayoría de hombres que son benefactores ignorantes de una sociedad malvada ¿qué le puede ocurrir al que es tímido o recela de mostrar sus sentimientos? La respuesta ya la saben, son parte de esta humanidad, yo soy el intruso, el que no encuentra suegro que lo quiera para yerno, el prejuzgado por los que desconocen el itinerario mágico de la noche de los tiempos, aunque no soy una víctima, en esta vida se respira veneno, se respira salfumán y aire contaminado repleto de manipulada fórmula que absorbe la libertad. En esta vida de particulares locos y de libres sin corazón existe gente buena, aunque acaba intoxicada de tanto traspiés e inmortal desacato a las leyes del mundo plagado de prejuicios e intereses creados. C’est la vie.

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