la cena

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Se acercaban las fiestas de Navidad y todo hacía pensar que las pasaría solo. Se decía: -Ojalá me acostara el veintiuno de diciembre y despertara el siete de enero. Él podía celebrar la Nochebuena junto con su hija y con la familia política de esta, pero se negaba tajantemente. Por pena y por muchas razones más, la hija trataba de convencerle, pero nada, el hombre no quería. A veces luchamos contra el tiempo simplemente viviendo y dejándonos llevar aceptando que las fechas señaladas llegan más deprisa o más despacio, pero llegan, como nos llega la muerte, el día llega y llegó el veintidós de diciembre y no le tocó la lotería, se dijo ya aunque tarde: si me hubiese tocado algo en la lotería me perdía del mapa toda la Navidad. También llegó la Nochebuena y ahí se vio, solo, viendo la deprimente televisión donde daban especiales (de varietés) grabados para la Navidad, con tres botellas de vino y otra de cava, había comprado jamón ibérico, langostinos, embutido selecto, un pollo a la brasa precocinado, y mantecados y turrones. El hombre era bebedor, aunque un buen trabajador durante toda su vida, su hija, la única que se preocupaba por él se pasó la Nochebuena haciéndole llamadas al móvil y él no las contestaba. Se decía a sí mismo: -Toda la vida trabajando duro para sacar una familia adelante y aquí me veo, solo delante del televisor, y tengo cinco hijos, ¡cinco! Solamente me quiere una, que por mí se preocupa. Toda la vida trabajando aquí y allá, buscándome la vida para que a mi invisible familia no le faltara nada, y aquí me veo, ahora que soy yo el que los necesita a ellos y no están, me dan la espalda. Y la que me llama al móvil quería que me fuese a cenar a casa de sus suegros, pudiendo haber cenado con sus hijos, mi yerno, y ella conmigo. Se preocupa mucho pero también me ha dejado tirado. Cada uno va a la suya. Y es que la Navidad aquí cenando solo es más triste que si fuese en otra época del año. Cenar solo he cenado cientos de veces, pero esta vez me duele demasiado. Cinco hijos, una mujer mala, un matrimonio infernal. Ella va de víctima y tiene a los cuatro hermanos con el cerebro lavado. Aquí me han dejado solo en Navidad, bueno, peor sería estar solo por estas fechas en un hospital. Pero son cinco hijos, seis contando a la bruja de mi exmujer, toda la vida pelándome el culo para sacar a estos cuervos que un día me sacarán los ojos adelante y así me lo pagan. A la mierda Nochebuena, a la mierda Navidad. Me voy a la cama. Ya en la cama se sentía gente de pisos aledaños reírse y se escuchaba el ruido de pasos y algarabía, y la música alta. El hombre no paraba de repetir: ¡Cabrones, cabrones, cabrones! Esa noche para dormir no pudo contar ovejas, contó cabrones.