Recuerdo, cuando era niño e iba de visita a la casa de ciertos familiares, siempre antes de entrar al apartamento, te ofrecían unos trapos secos para ponértelos debajo de los pies y andar por todo el piso arrastrando los pies, ya que le habían dado cera al suelo. Eran unos suelos brillantes y relucientes, y arrastrando los pies por aquellos suelos llevando los trapos debajo de los pies parecíamos ser una especie de patinadores torpes, todos y cada uno con un trapo debajo de cada pie. Qué suelos más brillantes, recuerdo el olor a café de las tardes de domingo y esos suelos relucientes donde andar con los zapatos era pecado. Un pecado descartado de cualquier mandamiento divino. En esta familia mía son todos muy limpios. Mi madre por ejemplo, limpia el suelo y limpia el polvo de los muebles cada día de su vida. ¿Para qué tanta limpieza? Son los 60m2 más limpios de todo el vecindario, mujeres esclavas de un suelo brillante, mujeres atadas a sus maridos, hijos y nietos, luego hay que cocinar, hacer la colada, trabajar de ama de casa es más cansado que otros trabajos, siempre para mujeres la tarea, sin duda es un trabajo de superhéroes. ¿Qué se puede esperar de una sociedad patriarcal? Solamente me queda esperar un homenaje para esas mujeres de lucha diaria que no desfallecen jamás.