Capplannetta y el soroche

No estoy diseñado para tener amigos, mucho menos para tener pareja, y mi familia me quiere, pero mi naturaleza ha dispuesto una pared donde dificulta la comunicación, y no sé por qué razón acabamos con tiranteces. Llevo mucho tiempo encerrado pero es así como soy feliz. La soledad se ha convertido en mi fiel compañera. Una compañera dura pero necesaria para los seres como yo. Me he acostumbrado a la soledad. Yo tenía muchas amistades, conocía a mucha gente, era sociable pero envidiado, ahora no me envidian, me odian. Después de haber subido la mayor montaña de esta vida (que es la humanidad) me dio a bote pronto un mal de altura, también llamado soroche en la tierra del inca. Me agobia la humanidad, me incorporé a ella en mi adolescencia, ya que viví una infancia en el paraíso mental hasta ser desterrado por los hombres. Esto no me ha pasado a mí sólo. Le ha pasado a media humanidad con corazón. La gente nace con un corazón pero el conocimiento hacia la gente lo encoge o lo ennegrece. Hay mucha maldad en el mundo. Pero de esa piedra todos hemos puesto alguna vez nuestro grano de arena. Ahora no sufro soroche porque vivo en el subsuelo. Pero me gusta la gente buena, la gente que tiene sentimientos, que se emociona, gente que va al psiquiatra, gente que se medica, me gusta la humanidad aunque no estoy diseñado para este mundo, estoy diseñado para contar una historia, para hacer justicia en contra del estigma por los enfermos de la mente. Pido piedad para los enfermos de soroche. Pido piedad. Se empeñan en calificar la conmiseración hacia los demás con el nombre de humanidad, y es evidente decir que la humanidad se carece así misma.

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