homenaje sincero

…Todavía recuerdo cuando me dabas los biberones de leche con colacao, eran unos biberones tiernos, templados y sabían a gloria, si en algo debo recordarte es en aquellos biberones que eran como tu personalidad, siempre pendiente de la casa, buena cocinera, buena madre, buena esposa y trabajadora ejemplar, jubilada después de más de veinte años en la empresa y homenajeada con honores. Siempre has querido, de lo bueno, lo mejor para tus hijos y tu marido, tu sonrisa fresca, tu carácter afable, buena amiga de tus amigas, respetada, querida, buena mujer, buena vecina, sí, todos estos elogios parecen exagerados pero son verdad, el lector pensará: su lado oscuro tendrá, sí, exacto, su infancia, esos biberones que nos dabas a mí y a mis hermanos tú no los tuviste, no tuviste buenas ropas, juguetes, libros, ni nada que nosotros sí tuviéramos porque tú nos lo pusiste en las manos, infancia de rodillas magulladas, de niña trabajando con ovejas y cabras, en las fotografías de por aquella época te veo con faldas de franela a veces, otras con bata escolar sin haber ido apenas a la escuela, infancia de lactancia precozmente arrancada, de necesidad de cariño, cariño que ahora entregas como si te sobrara. Y también pienso en mi niño chisquero, en mi pastorcillo, en mi taxista preferido, en un empleado modélico, cuando pienso en ti pienso en palabras como sencillez, respeto, tranquilidad, naturalista, buen marido, amante de tu equipo, paseante, conmiseración, compasión, sufridor en silencio, aficionado al cante flamenco, nostálgico de su tierra, hombre bueno, inteligente, recuerdo paseos en coche en noches oscuras, valentía cuando las aguas bravas no iban a tu favor precisamente, en ti has vivido la tragedia, el drama, pero tienes una bonita risa, te quiere todo el mundo, todos estos elogios son verdad, y sí en ocasiones has obrado de manera inverosímil es porque has caído subyugado por la desesperación. Has compartido con hermanos, padres, hijos y nietos, tuviste la suerte de dar con una buena mujer, tu esposa, los dos sois maravillosos, pero esto que lo diga vuestro hijo puede parecer demasiado empalagoso, pero en vuestra vida no todo ha sido una pista de hielo en la que habéis patinado por un camino sin trabas, no, la prueba más dura ya la habéis superado, ahora sólo me queda reconciliarme con vuestros espíritus sufrientes y pedirles perdón por mis puntuales desvaríos y mi falta de responsabilidad, ahora, y digo bien, ahora es el momento de que viváis en paz y armonía, en sintonía con vuestros buenos sentimientos y en perfecta simbiosis con lo tanto que habéis dado y luchado y es el momento idóneo de recibir amor, de recibir amor sin medida…

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