Me dicen si soy yo el culpable del escarnio entre la noche y el día, el payaso poeta que usó la figura poética de «las agujetas se van» en un poema gastronómico, me preguntan si soy el dedo inquisidor que culpa a sus semejantes de cualquier manera, afirman que soy el borracho aquél que arruina las fiestas de familia, me acusan de ser el farsante que no tiene remedio, el que maquilla su orgullo, el ingrato, el efervescente, y no, no soy ese, soy ese que se queda en las casas cuando todos se van y enciende las luces de toda la casa, soy la clemencia, la comedia, el drama, el Dios dirá, el que paga la factura de un vecino en crisis que te tiene la luz pinchada, el agotador, el acusica, el tragón de oscuras flores de duelo, el impostor, el que vino de Marte, el que se va los martes, aunque no se case ni se embarque, soy LiooLi, el torturador de monosílabos.