Cuatro criaturas escupen la noche
y un ciento de ojos lo ha visto,
conoce el mar todos los nombres
y devuelve acongojado lo que no es suyo.
La tragedia se ha inventado
para los corazones grises,
y los que han visto la duda
heredarán un mañana con soles
en los bolsillos debajo de la axila,
pero yo quiero poder llorar,
llorar como los bien nacidos,
aquellos que brotan de sinceridad,
aquellos que conocen el orgullo
y tiran un amarre a la dignidad.
Doce hermandades visten de alegría
una soledad doce veces dividida,
suben la sierra de bruma antigua
en el remoto oír de los bueyes del silencio,
pero yo quiero poder llorar,
llorar como los bien nacidos,
que encierran dentro de sí noches sin igual,
encuentran punta a los alfileres
y se asoman por ventanales de piedad,
aquellos que han conocido el magma
de las cosechas y renuncian al azul herido
del que renuncian las celestiales aves.