Nadie quiere jugar con mi fiera de peluche. Un resplandor abrió una suerte de fuegos de artificio, esos fuegos iban como locos tras la paz cimentada de los hombres corrientes. Ya nadie quiere jugar con mi fiera de peluche, con mi garra feble como el barro, con mi aullido desde el juguete preferido de un niño tonto, ya nadie quiere poner su mirada desnuda tras la mía que respira de abismales catacumbas, ya nadie quiere ver mi guadaña de plástico que nunca cortó ni siquiera una flor, ya nadie quiere acariciar mi jaguar llorica, saborear mi caramelo de pimienta, mi primer sabor de absenta, nadie quiere ser centinela de mi cuartel sin polvorín, de mi celda sin rejas, nadie comprende mi estratagema estúpida y sencilla, mi a contrapelo con pulgas que saltan y se van aburridas. Tener, tengo de todo, me faltan los dedos de una mano, con los que yo feliz contaba amigos, ahora cuento familiares, figuras que sangran por mi desvelo, prefiero una cueva con un clan de sangre propia y olvidarme de quimeras, pues ando loco tirando piedras a los ataúdes y escupo cuando pasa la tragedia, pero repito, soy más juguete que sombrero.