MAN IN SPACE

Yuri Gagarin

Tener un nombre en desuso, no cambiar mi acento andaluz, y nacer en un barrio de extrarradio son las mejores cosas que me han ocurrido en la vida. Lo primero, para que me confundan con la tierra profunda, esa tierra antigua de la que muchos reniegan, no, nunca he pretendido ser un hipster, ni un esnob, ni un lumbreras; lo segundo, para conocer mejor la hipocresía de esta España, que ignora más que sabe; lo tercero, para darme cuenta quien finge luchar por una ideología que iguale a las clases sociales, la mejor gente, la sencilla, y como gente sencilla no he conocido a nadie que a mis padres iguale.

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La vida te ha dado tanto palo que ya no te atreves a hacer ninguna travesura más. Te gustaría, viejo amigo, saltar de locura en locura, quisieras malgastar tu vaso de güisqui y estrellarlo en la acera como solías hacer, en la de sitios que lo hiciste y por ello no te dejaron entrar nunca más en sus antros cochambrosos. De adolescente no eras así, para ti tenían límite todas las cosas, hasta ponías el pulgar como frontera cuando te pedían un bocado de tu bocadillo recién hecho. Para ti las cosas tenían un límite y el amor te removió tu cabeza bien amoblada, como un naufragio del que prefieres olvidarte, naufragó tu orden en el desorden, el alcohol y la droga provocó lo demás, en una tormenta, apareció tu ira, una ira que jamás hubieras conocido si no hubieses tirado abajo las alambradas de tus límites fronterizos con la noche loca. Has pasado por toda clase de tribus urbanas, te conoces al dedillo todos los cuentos chinos, por supuesto no eres un simple luser, tienes madera de capitán de ningún barco, sabes del nepotismo y de todos esos lamers que se ríen de tu sencillez de extrarradio, pero ignoran que conoces el designio de tu naturaleza, que la noche de los tiempos no está tan lejana, que la vida es desechable como una jeringuilla, como una usada y sangrante jeringuilla, taponada por la sangre coagulada, tan usada que ya da asco repetir hasta el bombeo, que la vida es una puta de nadie, que se va con cualquiera, con quién le salga rentable, ahora miras las risas desde adentro para afuera y te da asco el peligro de los gritos como relámpagos, gritos como relámpagos, como flashes en un destello de luz de gas, con luz de cuchillo y arma de fuego, con sed de venganza y juego de rabias. Sabes que todos los libros, todo el cine del mundo, toda la música de la tierra es una compacta noche pequeña fingida de purpurina donde iban las estrellas tan en serio, que donde hubo estrellas se suplantó la purpurina y esas estrellas en serio bostezan porque más allá de ti mujer no hay nada, aunque busques como un loco, aunque leas todos los libros de la tierra, que los trenes en la noche pueden tener apagadas las luces de sus vagones, el cine es cuestión de tomártelo en serio, como la vida misma, que cualquiera hace chistes con la ínfima mediocridad de lo absurdo, que la vida es mentira es epílogo repetido, adentro, afuera, más allá, más acá, en todas partes, que tú mujer provocas todas las guerras y también las victorias, abrazadas con el puño fuerte, abrazadas para que no se escapen, que todo es cuestión de tener un momento, para ponerte gomina en la cabeza y el cabello de punta, una chaqueta de cuero obsoleta y esperar la tragedia, esperar el naufragio, y empezar otra vez, empezar lo antes posible. Como cuando eras adolescente, entonces no te importaba dormir en el raso por un amor que no valiera apenas la herida. Pero lo hacías, aunque le quitaras la paz tranquila a tus padres.

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