odio de déspota

New York amanece

La calle es de los déspotas, eso todo el mundo lo sabe, por eso andan los limpios de corazón con una mirada tensa por los bulevares, andan a veces asustados, otras veces iracundos y cuando están en paz con su vida viene el déspota y hace y deshace desde su odio, por eso el nervio enrojece y deshuesa la pepa del aliento en todos esos corazones que esperan llegar a casa. Como en todos los lugares de este mundo, en Internet, también se arrastran las miserias, se arroja la gangrena en la sangre como un arma arrojadiza, se usan las puras golondrinas ciegas para hacer daño a quien te parte en dos como un acordeón roto, a quien se le envidia la miga y las ganas de ser libre. Yo no quiero mirarme las cicatrices y prefiero guarecerme en la atmósfera con la sonrisa incauta, ya no quiero contar pétalos de predestinadas margaritas, prefiero revolcarme salvado del sol con el aire climatizado, prefiero que mi casa sea un gemido fresco a que sea un incendio que yo mismo provoque, sabemos que existe gente mala en el mundo pero replicándoles/borrándoles/bloqueándoles no van a cambiar, no van a cambiar por que no se les echa de menos y lo saben, no van a cambiar por que sólo conocen lo que del simulacro han aprendido, pero no han visto la catástrofe parir sus desquiciados actos desgarradores. Se suele pensar que todos respiramos el mismo oxígeno, pero científicos de Estados Unidos han descubierto una nueva especie de humanos; se hacen llamar los culpables y al nacer pagaron su precio, ¿Cómo se puede odiar a alguien que no te ha hecho ningún daño? Pues existe ese odio, lo llaman odio al derecho de nacer. Y ese derecho solamente quieren tenerlo los que en el oxígeno planearon un boicot para que mal vivieran los que no son como ellos.