Colibrí

Bailar a contracorriente es como escarbar  la tierra sin esperanza, cuando encuentras las lombrices te sorprendes, por que desde cualquier mundo se puede mirar la vida. Bailar a contracorriente es hacer aspavientos con las manos y desesperarte seco desde una contradicción que habita sola, las huellas del delito parecen ser mentira, mientras respire el alma el mismo oxígeno de tragedia oculta en los zapatos. Para todos hay masacre tendida como una culebra, la prueba de ello la tenemos en los huesos que nos hablan cuando revienta la tierra. Un hombre corriente, así, cogido por los hombros, como andrajo por los suelos, cicatrices en la calle desnuda, una muda, una canción que sabes desde niño, la mugre te persigue desde antaño, desde que tu viejo abofeteó a tu madre, madre grieta exhausta de donde salen las derrotas para ser vidas a la deriva. Un beso de ángel te dan en la frente, el hambre lo estropea cuando intentas hacerte con un pan que migue el sueño de fuego fatuo en el que crees como una aurora, tus pies hierven de insalubridad, tus huellas serán camino para el mañana. Baila, baila, gacela en el aire, hazte consuelo de equilibrio y coartada, baila la despedida de los caballeros trajeados, debes ser equilibrio y forma, laurel que se pliega para coronar al ángulo recto. Se despide de ti este camarada, se despide este pobre andariego que disimula la contracorriente en el paso del Minho, se despide el tonto poeta que de tus pies envidia su brevedad de colibrí. Su brevedad arrinconada por el verdugo.

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