SIN PALABRAS

He estado tres meses sin escribir ni una sola palabra en este blog/bitácora. Bueno sí, he escrito los enlaces pertinentes de la Revista Nevando en la Guinea, lo de cada mes pero sin escribir nada sobre mi estado de ánimo en forma de diario autocrítico. La verdad es que me he llevado tal chasco de la vida que me ha dejado sin palabras, y eso que la vida suele darme palos de todo tipo, pero esta vez la cosa ha repercutido sobre mi familia, y eso me resulta insoportable por lo injusto del tema. Pero allá cada uno con su conciencia, yo puedo dormir a pata suelta, que tengo la firme convicción que no he hecho ningún daño a nadie. A veces quedarse sin palabras es lo idóneo, ya que para decir tonterías ya está la televisión, o la gente vulgar, que siempre de eso hay. A veces lo que se dice sin pensar, o lo que se dice para exagerar o darse importancia, dice mucho de las raíces de nuestra más profunda identidad familiar. Yo provengo de familia obrera y resido en un barrio obrero, con lo cual, a veces se me escapa el «yo cabrero» que tengo adentro. Resulta muy identificable la actitud vulgar que llevamos dentro muchas veces cuando decimos lo que no pensamos, o actuamos por mero instinto. Aunque es aliviador que a veces, pensándolo y todo, sale de nosotros el cavernícola extremo que es parte de nuestro ADN. Cuando dicen que venimos del mono pienso que qué razón tiene el que lo dijo primero. Darwin dio con la piedra angular de todo el comportamiento primitivo que define totalmente al hombre. Hay muchas personas que se sienten orgullosas de su vulgaridad. Sobretodo cuando mete aparatos reproductores y sexuales allí donde se come con asiduidad. Por ejemplo, ponerle a una brasería de pollos como nombre Brasería El Pollón es lo más vulgar que he oído en la vida. Pues bien, esa clase de gente existe y de ello se sienten orgullosos. La identidad que nos define es la raíz de nuestra educación, y muchas veces esa identidad en vez de raíz resulta ser un hueso ya roído. La identidad de las personas se muestra irremediablemente cuando damos cabida a nuestros más bajos instintos. Por eso que somos animales, y por eso que tenemos que ponernos bajo una autocrítica constante, por que no sabemos que lo animal es el lado donde radican nuestros errores como personas.

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