TAXI DRIVER Y YO

Me identifico con Taxi Driver, es una película atractiva donde me reflejo como en un espejo. Me identifico en Travis, en su eterna noche monótona, en su soledad de neón y cine porno nocturno, en su locura de armas ilegales y en sus obsesiones de polución y prostitutas con cara de muñecas. La noche eterna en Taxi Driver es un espejo tendido en el alfasto mojado de mi ciudad universal, mi ciudad maldita y plagada de soledades en cada individuo, en cada mirada, en cada media sonrisa. La soledad de Travis es tan reconocible por mí que me lanzo a pensar que toda la película desprende un realismo desde una perspectiva locuaz y moderna. La enfermedad de Travis es el insomnio y la soledad enfermiza, es la noche reflejando sus charoles en los bulevares donde Travis se trastorna. Los chulos, los yonkis y las meucas se entrelazan y gimen sollozando el aullido de su nocturna marginación en la desesperada ciudad insomne. Enfermedad, depravación, soledad asqueante, rutina de taxímetro. Maridos cornudos obsesionados por negros que poseen a sus mujeres, mujeres solitarias que se dan a la bebida, luces encendidas en el tránsito monocorde, cloacas que humean la vanidad del mundo, negratas que visten de azul con sombreros con pluma y llevan gafas de sol entre nocturnidad. Pistolas Magnun 44 y vísceras de inmundicia para homosexuales depresivos. Semen en los asientos traseros y negros que presagian la noche, la más oscura de las noches en los corazones que no sueñan, y no sueñan por que la ciudad los escupe, maremagnun de soledades y reflejos en el asfalto de ciudad despreciativa que no puede dormir por que vive de mentiras tras una única verdad, la verdad de que somos hojarasca que ni da ni recibe, solamente se condena entre mezquina sombra plagada de egoísmo y vanidad certera repleta de inhumanidad.

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