No quiero moverme. No. Mi médico me aconseja que ande dos horas, o al menos una al día. Pero yo no quiero moverme. Quiero ser una piedra. Inmóvil, clavada en la tierra, compacta, maciza, indefensa y al mismo tiempo dura. Quiero ser mejor un árbol, grande, alto y hermoso. Quietud de doble filo. Estático e insensible. Quiero ser un hombre siempre y cuando no conlleve ningún riesgo. Quiero tranquilidad eterna, quiero la serenidad de un día de verano. Aunque siempre aparezca alguna tormenta pasajera, estar sereno, luminoso, es toda mi meta en la vida.
NEGRA FELICIDAD
Tengo que echar una carta al buzón,
misiva importante
que me devuelve algo de ti,
tengo que echar una carta al buzón
y la respuesta ya la conozco,
buzón de correos,
circular y amarillo,
noticias tuyas, silencios mutuos,
tengo que echar esta carta al buzón,
el buzón está debajo de mi casa,
sin embargo, parece
que esté en la mismísima Patagonia.
Tengo miedo de salir a la calle,
miedo de encontrarme una fiera,
la fiera que se cruza conmigo
desde el ascensor.
Me llaman todos desgraciado.
Mi encierro no es ninguna desgracia.
Me gusta la blanda anarquía
de mi imaginación total y libre.
Este poema parece un anuncio (triste) de IKEA,
están de rebajas paseos por las cercanías.
Han subido al alza las postrimerías.
Quítale hierro a este asunto.
Hazlo por ti.
Jamás renunciaré al confort del algodón.
No sientas pena de mi negra felicidad.