Capplannetta y los libros flotantes

Ahora estamos en una era digital en la que el papel sigue siendo un objeto o artefacto de fetichista. El libro impreso no se perderá, aunque el libro electrónico, ya sea en sus distintos formatos, es una cosa ligera que merece ser de calidad. Ahora las librerías y las bibliotecas son digitales. Ya no se necesita mucho espacio para tener una librería bastante abundante. Tanto en calidad o como literariamente sea un ahorro de espacio, en una tablet de 200 gr. y 10 pulgadas de pantalla. La verdad, escribir, leer y ver vídeos y cine, como también escuchar música, se han convertido en un tema digitalizado, y en formatos que en los noventa eran algo impensables. La comodidad de la que dispone el mundo digital no sólo es en ebooks, Mp3, y películas que puedes videar en Streaming también. Está el hecho de coleccionar cryptoarte. El cryptoarte que está empezando a ser un valor al alza en el mundo del arte y el coleccionismo. Yo creo, que esta nueva era en la que vivimos es un prólogo de lo que el futuro nos deparará. También, se ha pronosticado la pérdida del sol, ya que es un astro. Eso haría del planeta que viviera en una noche eternizada. En definitiva, poca esperanza y a la vez mucha.

Capplannetta y la paternidad

Desde ya digo que prefiero no ser padre. Me conformo con mis sobrinos. El hecho de que yo fuese padre me haría o me causaría, no ya de bebés, sino ya de adolescentes, cosas como que no me quieran y, si me quieren, me harían, tal vez, de aborrecerme debido a mi vida en tramiento crónico. Cosa que no guardo en secreto. Pero tener hijos es una cosa que te crea un compromiso al que debes dar ejemplo, y yo no soy un ejemplo. Me como mucho la cabeza al respecto. Ser padre no es gran cosa al fin y al cabo. Quizá para algunos sea felicidad, pero para mí y mi circunstancias, sería como tener un enemigo en casa. Mi experiencia siempre me ha dejado fuera. Ahora estoy en una relación en que los dos tenemos claro que no queremos hijos. Los hijos son algo complejo, quizá se parecieran tanto a mí y a cosas de mí mismo que detesto, que sí se parecieran a mi persona me daría como el sabor de una comida que se te repite. Serían un calco reflejo de las cosas que odio de mí mismo. No es que no me quiera, no pretendo ser padre porque me quiero bien y no quiero sufrir. Hace tiempo que lo tengo claro.

Capplannetta detesta

Una de las cosas, junto a otras, que más detesto es la lentitud del wifi. Pero también me molesta la burocracia digital, lo he dicho ya antes, ahora lo suscribo. La lentitud de un Internet malo es como la parsimonia del domingo. También detesto el hecho de registrar aunque registro mi trabajo. Nos tienen cogidos por los huevos o por las webs. Una cosa que me aparta de la vida social es la misma que cuando estaba gordo, y es esas peripecias que tienes que afrontar con la banca (ahora digital y telefónica). No tengo ni mierda en las tripas, he dejado el tabaco por pura economía, también para no molestar a mi vecino. Ahora ya estoy en la recta final de mi síndrome de abstinencia. Dejar el tabaco (repito) no resulta fácil. Se dejan mejor otros vicios antes que el tabaco, como por ejemplo la comida como la sal o la azúcar. Dicen los que saben que la mala salud aparece por lo que nos metamos en la boca. Eludir el recuerdo del tabaco trato de tenerlo, pero me complace decir que mi novela avanza a pasos de tortuga. Mejor un avance, lento y gradual, que escribir por escribir. No se puede forzar a la máquina. La burocracia digital es cada vez más insegura y más compleja. Recordar contraseñas es un acto de seguridad pero hace aguas. Hace aguas constantemente. También presentarse a un concurso es algo que debes hacer si quieres ser publicado en las grandes editoriales aunque algunas veces pagues por ello. De momento no hay seguridad en ninguna parte pero tampoco hay demasiados peligros. Escribir, corregir, hacer correcciones de estilo si son pertinentes, registrar la obra, buscar editor. En fin, que ahora todo el mundo quiere dinero, ¿dónde quedaron atrás aquellos hombres que iban con americana de pana? ¿Dónde acaban nuestras esperanzas por el hecho de ser publicados? Volvemos a la martingala de la poesía rimada y los elitistas publicando premiados en concursos importantes.

Capplannetta: víctima de lo que escribe

¿Soy víctima de lo que escribo o es que no trasmito lo que el lector quisiera oír? Con esta premisa me mantengo perdiendo el tiempo languideciendo de puro hastío. Si un lector confunde una regla de oro, que es no alejarse demasiado de su realidad, y la otra, es no merodear demasiado en la imaginación. Empezamos a bregar en la batalla de los amantes del aire embotellado o los egos masturbadores de la no-ficción ya que si no hablan de ellos mismos ¿de quién van a hablar si no? Muchos aconsejan no escribir en papeles mojados, mucho menos ser panfletario. Si durante el proceso de escritura, te aborda la impaciencia por llevarte el gato al agua e intentas creer que vas a ganar fijo un concurso, con el cual habías soñado, no te queda otra que perder ante un fallo perdedor. El no lo tienes seguro. Sólo tienes que estructurar bien la idea, y elaborarla, manufacturarla como una pieza de hierro que te impregna de olor a herrumbre. Que te prepara para la negación, ya que decir sí es a veces un juego complicado. No te quedes mirando las musarañas. No pierdas el tipo si caes. Levántate e inténtalo de nuevo. Nadie conoce a nadie mientras te caes dormido en un letargo de franela o poliéster. Pierdes la cuenta las veces que has tragado el polvo. La gente te conoce a leguas. Mucho antes de empezar a balbucear el primer prolegómeno. Un ámbito común donde las mujeres son diosas y tú eres bufón de la corte siniestra de los derrotados. Si para hacer el ridículo sólo hace falta que tú lo creas, pues es un buen comienzo ya que tienes personalidad. Pero si das importancia a lo que piensen de lo que tú piensas perderás la dignidad y la realidad será la que te has prefabricado. Ahora es el momento. Avanza, la victoria será tuya. Muchos perdedores han ganado de insatisfacción a insatisfacción. En fin, al final todos lamentamos el camino trazado siempre, algunos no.